El
poema de la creación
Buenos días,
amigo/a.
Por medio de tus sentidos, aprende a conocer mejor y amar la naturaleza.
Acostúmbrate a mirar con admiración y agradecimiento el bosque y los trigos
ondulantes. Escucha el murmullo del arroyo y el canto de la calandria. Siente
la frescura de la tierra recién labrada y el perfume de los prados. Toca suavemente
la rosa que se entreabre y el fruto que madura...
Padre, tú has creado
este universo, para que me ayude a conocerte mejor y a amarte mejor. Cada rayo
de luz, cada flor, cada nuevo paisaje a la vuelta del camino es un mensajero
discreto que me invita, por senderos fáciles a subir hasta ti. El rocío de la
noche y el gallo que canta por la mañana, el viento que murmura al pasar y el
pan sobre la mesa, todo me habla de tu bondad. Pero me falta atención del
corazón para encontrarte en todas estas cosas. Consérvame un alma vibrante,
entusiasta, un alma joven, que no se canse de leer el poema de la creación.
“Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas
que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano,
para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de
gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo
sometiste bajo sus pies” (Sal. 8). Cultiva la atención del corazón. P. Natalio.