viernes, 6 de junio de 2014

Un día funesto


Buenos días, amigo/a.

“Dios mezcla las amarguras con las alegrías de la tierra, a fin de llevar al hombre a aquella felicidad y alegría, cuya dulzura nunca engaña y que sólo se encuentra en él. Las alegrías mundanas están vacías, no tienen sabor ni duración. No hay en ellas realidad, ni dicha, ni estabilidad, son como una gota de miel que se convierte en un mar de hiel”. San Agustín.

Desde hacía una hora un hombre de unos cincuenta años estaba sentado en un bar mirando un vaso lleno de vino sin beberlo. De pronto entra un camionero alto y robusto, y le bebe todo el vaso de vino. El hombre empieza a llorar, y el hombrachón le dice: —Vamos, amigo, era una broma no más; ahora mismo pido una botella. —No lloro por eso. Hoy ha sido el día más funesto de mi vida. Llegué  tarde al trabajo y me echaron. Cuando volvía a mi casa, me robaron el auto. Ya estaba llegando a pie y sorprendí a mi esposa con otro hombre. Y ahora, cuando estoy por poner fin a tanto sufrimiento, viene usted y se bebe todo mi veneno…

La fe no suprime el sufrimiento ni las contrariedades. Pero me hace descubrir que Jesús  puede tomarme de la mano y levantarme. Puede fortalecerme y liberarme de mis males físicos y espirituales. Tiene poder para sostenerme, darme ánimo y arrancar mi vida de los poderes del mal que tantas veces me esclavizan. Confía siempre en él. P. Natalio.

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