Leyenda china
Buenos
días, amigo/a
La regla de oro de
las grandes religiones es el amor al prójimo. En el libro de Tobías el anciano
ciego, sintiéndose cercano a la muerte, dio preciosos consejos a su hijo. Entre
ellos se destaca: “No hagas a nadie lo que no te agrada a ti”. Norma
fundamental y obvia, pero tantas veces transgredida por egoísmo o
inconsciencia. “Al final de la vida se nos juzgará por el amor”.
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a
mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de
alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales
tenían cara de hambrientos y el aspecto demacrado. Tenían que comer con
palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo.
Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la
boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al
cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de
comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la
cara macilenta; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban
salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí en el cielo, cada
cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
“Todo lo que te guardes para ti mismo, acabará atrofiándose”
(Rabindranath Tagore). “Buscando el bien
de nuestros semejantes, encontramos el nuestro” (Platón). “Tú ganas lo que das;
lo que conservas, lo pierdes” (Refrán chino). “Comienza a manifestarse la
madurez, cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que
por nosotros mismos” (Albert Einstein). Está muy claro, ¿verdad? P. Natalio.