sábado, 31 de agosto de 2013

Día de la solidaridad

Buenos días, amigo/a

En este día internacional de la solidaridad te dedico el Decálogo de
la Solidaridad:

«1. Solidaridad es sentirse una sola cosa con los demás: “Todos para
uno y uno para todos”.  2. Sentir la solidaridad llena el corazón de
seguridad, estímulo y paz. 3. El interés por la gente debe ser
genuino, sin intereses ocultos que puedan enturbiar la ayuda prestada.

4. La solidaridad implica comprensión, disponibilidad, colaboración.
Lleva consigo involucrarse y compartir. 5. Las manifestaciones
verbales de solidaridad son importantes, pues todos necesitamos sentir
el apoyo moral. Pero, además se necesitan acciones concretas de ayuda.
 6. Ningún ser humano puede sernos indiferente. Siempre existirá
alguna forma de manifestar nuestra solidaridad. 7. A veces es más
fácil prestar nuestra ayuda a gente lejana a nosotros, que a esas
otras con las que se convive a diario. 8. El egoísmo es pagado por los
demás con frialdad, lejanía y aislamiento. Se recoge lo que se
siembra.

9. Es bueno pedir ayuda cuando la necesitamos. No conviene suponer que
se darán cuenta. Ni dejarse llevar por el orgullo del que piensa que
solo saldrá adelante. 10. Cuando en un grupo humano se sustituye
competir por cooperar, se produce la unión y el logro de los
objetivos». Es un ideario denso y atrayente. Puedes imprimirlo para
meditarlo y compartirlo. P. Natalio

viernes, 30 de agosto de 2013

Cada uno con sus dones

Buenos días, amigo/a.

En tu vida de relación con los demás, cuídate de subestimar a los
pequeños y a los débiles. La sabiduría del Creador ha dispuesto tan
armónicamente sus obras que todo tiene su razón de ser: lo débil y lo
fuerte, lo grande y lo pequeño. Considera pues con atención y verás
cómo cada uno  aporta sus dones para el bien de la convivencia humana.

Dormía muy tranquilo el león, cuando un ratón empezó a juguetear
encima de su cuerpo. Despertó el león y al punto atrapó al ratoncito;
y al llevárselo a la boca, éste le pidió que le perdonara, prometiendo
pagarle en el momento oportuno. El león se rió y lo dejó marchar.
Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y lo
ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo
y, al oír los lamentos del león, corrió al lugar y destrozó con sus
afilados dientecillos la cuerda, dejándolo libre. —Días atrás —le
dijo—, te burlaste pensando que nada podría hacer en agradecimiento.
Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y
cumplimos lo prometido. Esopo.

Valorar lo que hacen las personas, incluso en tareas no tan
brillantes, pero sí indispensables, es signo de que te has formado una
idea exacta de la interdependencia que todos tenemos y del respecto y
aprecio mutuo que nos debemos. Que sepas hoy bajar a lo concreto esta
reflexión diciendo, por ejemplo, una palabra de sincero aprecio a la
mamá por sus trabajos del hogar. P. Natalio.

jueves, 29 de agosto de 2013

Palabras hirientes

Buenos días, amigo/a.

En verdad las palabras pueden doler como los golpes físicos. Los
padres deben saber que la crítica, el desprecio y los insultos –aun
cuando se los diga en broma– pueden lastimar el amor propio, o dañar
la autoestima, o detener el crecimiento de una imagen sana de sí mismo
en los niños.

Las palabras dichas con amor ofrecen un real elemento constructivo de
elogio, aliento, gratitud, disculpa a quien escucha. Nuestras palabras
pueden herir o reconfortar, impedir o ayudar, frustrar o inspirar a la
acción. He aquí algunas frases que son dulce música al oído y al
corazón: “¡Muy buen trabajo!”. “Déjame ayudarte”. “Cometí un error,
perdóname”. “¡Felicitaciones!”. “Estamos orgullosos de ti”. “Gracias”.
“Te quiero”. “Admiro tu capacidad”. “Tú puedes hacerlo muy bien”.

“No profieran palabras inconvenientes; al contrario, que sus palabras
sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea
necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan” (Efesios 4, 29).
San Francisco de Sales escribió: “El trato cortés y delicado es la
crema de la caridad”. Que este mensaje oriente cada día tu conducta.
Hasta mañana. P. Natalio.

domingo, 4 de agosto de 2013

Pelea de hermanitos

Buenos días, amigo/a

Hoy recordamos al patrono de los curas párrocos, san Juan Vianney. Un
hombre humilde que a duras penas pasó los exámenes antes de ser
ordenado sacerdote. Durante décadas multitudes acudían a venerarlo
como a una reliquia. Eran personas de toda clase y condición que
deseaban confesarse con el carismático Cura de Ars.

Juan Vianney poseía un rosario que apreciaba mucho. A su hermanita, a
quien superaba  en  dieciocho meses, le agradó también y quiso
apoderarse de él. Hubo una escena violenta entre los hermanitos:
gritos, pataleo y un amago de combate... El niñito corrió hacia su
madre, entristecido. «Hijo mío, dale tu rosario, le dijo con voz
dulce, pero firme; sí dáselo por amor de Dios». Y al instante el niño
le alargó sollozando el rosario. Notable sacrificio de un niñito de
cuatro años. Para consolarlo la madre le dio una pequeña imagen de
madera de la Virgen María. Quedó muy contento. «Cuánto amaba yo
aquella imagen, nos dirá pasados setenta años. No podía separarme de
ella ni de día ni de noche. La Santísima Virgen es mi mayor afecto; la
amaba aun antes de conocerla».

Un día de 1829, después de la oración de la tarde, el Cura de Ars
acababa de subir a su habitación. De repente, un recio puñetazo
conmueve la puerta del patio. Después de dos o tres sacudidas a cuál
más violenta, el Cura se decide a bajar y abrir. Un carretero le está
aguardando. Ha dejado los animales delante de la iglesia. “Venga, le
dice, es un asunto delicado; quiero confesarme y enseguida”. Haz una
oración por tu párroco en su día. P. Natalio.

sábado, 3 de agosto de 2013

Puede tardar días… o años
Buenos días, amigo/a.

Para iniciar la jornada con una sonrisa, te ofrezco hoy un cuento
humorístico, que también ofrece ocasión para reflexionar con
sabiduría.

Un señor llama nerviosamente por teléfono preguntando:
—¿Ha llegado el señor intendente?
— No, señor.
—¿Tardará mucho?
— No lo sé. Puede tardar días, meses o  años.
— Pero, ¿con quién tengo el gusto de hablar?
— Con el administrador del cementerio...
— Perdón, equivocado.

El número estaba equivocado, pero no la afirmación del administrador
del cementerio. Porque es verdad que el señor intendente, con una
agenda llena de compromisos e importantes actuaciones, podía llegar al
cementerio —no por sus pies, sino llevado a pulso de personas
comedidas—, en término de horas, días, meses o años. Sólo Dios sabe
cuándo termina tú vida, mi vida, la del intendente, en este mundo. ¿Lo
pensamos? Es una reflexión seria, pero saludable, porque te urge y
motiva a llevar una vida justa y recta a los ojos del Señor. Si te
parece, cuenta este chiste a tus amigos. P. Natalio.

viernes, 2 de agosto de 2013

Como un niño…

Buenos días, amigo/a.

Confiar en Dios, es depositar toda tu fe en él. Dejarle el cuidado de
tus cosas. Permitirle disponer de tu futuro, porque sabes que te ama
más que tú mismo. Reposar en él “como un niño en brazos de su madre”
(salmo 131). Y confiar sobre todo en las pruebas, cuando las cosas
resultan incomprensibles. Reflexiona sobre esta parábola
contemporánea.

Una noche soñé que caminaba a lo largo de una playa, acompañado por
Dios. Durante la caminata muchas escenas de mi vida se fueron
proyectando como en una pantalla en el cielo. Según iban pasando las
escenas, notaba que unas huellas se formaban en la arena. A veces
aparecían dos pares de huellas, otras veces solamente aparecía un par
de ellas. Esto me preocupó grandemente, porque pude notar que durante
las escenas que reflejaban etapas tristes en mi vida, cuando me
hallaba sufriendo de angustias, penas o derrotas, solamente podía ver
un par de huellas en la arena. Entonces le dije a Dios: “Señor, tú me
prometiste que si te seguía, caminarías siempre a mi lado. Sin
embargo, he notado que durante los momentos más difíciles de mi vida,
sólo había un par de huellas en la arena. ¿Por qué cuando más te
necesitaba, no estuviste caminando a mi lado?” El Señor me respondió:
“Las veces que has visto sólo un par de huellas en la arena, hijo mío,
ha sido cuando te he llevado en mis brazos”.

Dios nos supera de manera insospechada en amor, bondad, delicadeza.
Todo esto lo comprenderás en plenitud en la vida futura. Entretanto él
valora tu fe, tu abandono incondicional en sus brazos, el haber
llegado a lo que Jesús dijo: “Si no te haces como un niño no entrarás
en el Reino de lo Cielos”. Te deseo un gran crecimiento en confianza.
P. Natalio.

jueves, 1 de agosto de 2013

Cambio de rumbo

Buenos días, amigo/a

Hoy recordamos a san Alfonso María de Ligorio. En una ocasión hizo una
opción que le cambió el rumbo que llevaba. A lo largo de tu vida Dios
se hace presente invitándote a dar pasos hacia una misión que te ha
preparado para hacerte feliz. Está atento para captar estos llamados
del Señor, porque aparecen de la manera menos pensada.

Alfonso de Ligorio, joven y brillante abogado napolitano, en 1723
defendió al Doctor Orsini contra el gran Duque de Toscana en un famoso
pleito. La defensa de Alfonso fue elocuente y contundente, seguida por
un interminable aplauso. De inmediato el abogado del Duque se le
acercó y, mostrándole un papel, le dijo: «Todo lo que nos has dicho
con tanta elocuencia cae por su base con este documento». Alfonso
leyó, se dirigió al tribunal y exclamó: «Señores, me he equivocado». A
partir de ahí comienza una fuerte crisis interior. Dejó la abogacía,
fue ordenado sacerdote. Organizó misiones populares. Fue hecho obispo.
Fundó la congregación de los redentoristas. Al morir (1787) dejó
escritos un centenar de libros orientadores.

Hay personas que al organizar su propia vida se plantean la pregunta
¿dónde puedo ser más útil a los demás? Es un buen planteo desde el
vamos, porque han dejado a un lado la propia comodidad y ventaja, para
centrarla en el prójimo. Es un enfoque que pone el servicio en primer
lugar. Eso hizo san Alfonso y dio un nuevo rumbo generoso a su vida.
P. Natalio.