Tú conoces mis límites
Buenos días,
amigo/a.
La lepra es una imagen del desastre que produce el pecado en el interior
del hombre. A los leprosos se los aislaba porque eran contagiosos. A los
pecadores no los podríamos aislar, porque todos somos pecadores. “Si decimos
que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros”, enseña san Juan (1Jn 1,8).
Padre, tú conoces mi
corazón y conoces las heridas de mi historia. Tú conoces todo lo que he querido
hacer y no he hecho. Conoces también lo que hice o me hicieron lastimándome. Tú
conoces mis limitaciones, errores y mi pecado. Conoces los traumas y complejos
de mi vida. Hoy, Padre, te pido que por el amor que le tienes a tu Hijo
Jesucristo, derrames tu Santo Espíritu sobre mí, para que el calor de tu amor
sanador, penetre en lo más íntimo de mi corazón. Amén.
La realidad del pecado es inseparable de la experiencia humana. Pero,
por otra parte, la realidad del perdón es inseparable de Dios. Por eso, no hay
ninguna situación de pecado que no se pueda cambiar y que no nos permita
reencontrar la paz. Nunca Dios le quita al hombre la posibilidad de ser feliz.
(AC). Aprovecha el amor sanador del Padre. P. Natalio.