San Francisco y la olla
Buenos
días, amigo/a
Cuando Francisco de
Borja, duque de Gandía, entró al noviciado de los jesuitas, desempeñó con
ejemplar humildad oficios muy humildes, como el de ayudante del cocinero. Pero
en él se cumplió lo que dijo el Cura de Ars: “¿Saben cuál es la primera tentación del
demonio a una persona que ha comenzado a servir mejor a Dios? Es el respeto
humano”.
Se cuenta, que salió una vez de la casa religiosa con una
olla para dar de comer a los pobres. De pronto se encontró con su hijo, el
Duque de Gandía, que venía por la calle con un lujoso acompañamiento. Sin
quererlo, de improviso, sintió vergüenza de que lo vieran. El respeto humano lo
atacó al pensar qué dirían aquellas gentes al verlo así... Y escondió con
disimulo la olla. Pero en cuanto cayó en la cuenta de su cobardía, se
avergonzó, sacó la olla de debajo de su manto y se la puso en la cabeza. Pasó
así junto al caballo de su hijo y a éste, así como a algunos de sus
acompañantes, se les salieron las lágrimas y quedaron edificados al ver la
humildad de su antiguo señor. Desde entonces, nunca más lo asaltó el respeto
humano y despreció siempre al mundo. Así lo aseguran sus biógrafos.
Tener respeto humano es anteponer las opiniones de los
hombres y el quedar bien, a complacer a Dios. El apóstol Pedro sucumbió a la
tentación de respeto humano, cuando se acobardó ante la criada. Esto sucede precisamente
a quienes en su vida social disimulan su condición de seguidores de Cristo. Que
sepas sacar la cara por el Señor. P. Natalio.
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