domingo, 4 de agosto de 2013

Pelea de hermanitos

Buenos días, amigo/a

Hoy recordamos al patrono de los curas párrocos, san Juan Vianney. Un
hombre humilde que a duras penas pasó los exámenes antes de ser
ordenado sacerdote. Durante décadas multitudes acudían a venerarlo
como a una reliquia. Eran personas de toda clase y condición que
deseaban confesarse con el carismático Cura de Ars.

Juan Vianney poseía un rosario que apreciaba mucho. A su hermanita, a
quien superaba  en  dieciocho meses, le agradó también y quiso
apoderarse de él. Hubo una escena violenta entre los hermanitos:
gritos, pataleo y un amago de combate... El niñito corrió hacia su
madre, entristecido. «Hijo mío, dale tu rosario, le dijo con voz
dulce, pero firme; sí dáselo por amor de Dios». Y al instante el niño
le alargó sollozando el rosario. Notable sacrificio de un niñito de
cuatro años. Para consolarlo la madre le dio una pequeña imagen de
madera de la Virgen María. Quedó muy contento. «Cuánto amaba yo
aquella imagen, nos dirá pasados setenta años. No podía separarme de
ella ni de día ni de noche. La Santísima Virgen es mi mayor afecto; la
amaba aun antes de conocerla».

Un día de 1829, después de la oración de la tarde, el Cura de Ars
acababa de subir a su habitación. De repente, un recio puñetazo
conmueve la puerta del patio. Después de dos o tres sacudidas a cuál
más violenta, el Cura se decide a bajar y abrir. Un carretero le está
aguardando. Ha dejado los animales delante de la iglesia. “Venga, le
dice, es un asunto delicado; quiero confesarme y enseguida”. Haz una
oración por tu párroco en su día. P. Natalio.

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