lunes, 22 de junio de 2015


El herrero y su perro


Buenos días, amigo/a

Saluda con gozo y agradecimiento el don inapreciable de este nuevo día. Trata con ternura cada hora porque no retornará jamás. Elude con empeño todo aquello que mata el tiempo. No escuches a labios ociosos, ni te quedes donde hay manos inactivas”, (Mandino). Valiosos consejos para no caer en la pereza que frustra tus propósitos y aleja tus mejores metas.

Un herrero tenía un pequeño perro. Era su único y constante compañero. Mientras él martilleaba sus metales el perro permanecía dormido; pero cuando el herrero iba a comer, el perrito se despertaba y meneaba su cola, como reclamando su comida. Su amo un día, fingiendo estar enojado y golpeándolo suavemente con su palo, le dijo, A usted, pequeño holgazán desventurado, ¿qué le haré? Mientras martilleo en el yunque, usted duerme en la estera; y cuando voy a comer después de mi duro trabajo, usted se despierta, menea la cola y exige alimento. ¿No sabe usted que el trabajo es fuente de toda bendición, y que nadie, sino sólo aquellos que trabajan tienen derecho a comer?

El trabajo es una bendición de Dios. Nos libera del aburrimiento y de los vicios, y nos proporciona los recursos para remediar nuestras necesidades fundamentales. Trabaja con gusto y acabarás sintiendo gusto por el trabajo. “El que no quiera trabajar, que no coma”, escribió san Pablo a los de Tesalónica. Que tengas un día de acción. P. Natalio.

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