El herrero y su perro
Buenos
días, amigo/a
“Saluda con gozo y agradecimiento el don inapreciable de este nuevo
día. Trata con ternura cada hora porque no retornará jamás. Elude con empeño
todo aquello que mata el tiempo. No escuches a labios ociosos, ni te quedes
donde hay manos inactivas”, (Mandino). Valiosos consejos para no caer en la
pereza que frustra tus propósitos y aleja tus mejores metas.
Un herrero tenía un pequeño perro. Era su único y constante compañero.
Mientras él martilleaba sus metales el perro permanecía dormido; pero cuando el
herrero iba a comer, el perrito se despertaba y meneaba su cola, como reclamando
su comida. Su amo un día, fingiendo estar enojado y golpeándolo suavemente con
su palo, le dijo, —A usted,
pequeño holgazán desventurado, ¿qué le haré? Mientras martilleo en el yunque,
usted duerme en la estera; y cuando voy a comer después de mi duro trabajo,
usted se despierta, menea la cola y exige alimento. ¿No sabe usted que el
trabajo es fuente de toda bendición, y que nadie, sino sólo aquellos que
trabajan tienen derecho a comer?
El trabajo es una bendición de
Dios. Nos libera del aburrimiento y de los vicios, y nos proporciona los
recursos para remediar nuestras necesidades fundamentales. Trabaja con gusto y
acabarás sintiendo gusto por el trabajo. “El que no quiera trabajar, que no
coma”, escribió san Pablo a los de Tesalónica. Que tengas un día de acción. P.
Natalio.
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