sábado, 20 de junio de 2015


Dios de la tierra y del cielo


Buenos días, amigo/a

En este inspirado himno pides a Dios “salir de las vanidades”. Las vanidades del hombre son esas frivolidades, completamente intrascendentes, que no pocas veces acaparan tiempo y fatiga, mientras dejas en la penumbra tus auténticas prioridades que merecen una dedicación y entusiasmo incansables.

Dios de la tierra y del cielo, que, por dejarlas más claras, las grandes aguas separas,
pones un límite al cielo.

Tú que das cauce al riachuelo y alzas la nube a la altura, tú que, en cristal de frescura,
sueltas las aguas del río sobre las tierras de estío, sanando su. quemadura,
danos tu gracia, piadoso, para que el viejo pecado no lleve al hombre engañado
a sucumbir a su acoso.

Hazlo en la fe luminoso, alegre en la austeridad y hágalo tu claridad salir de sus vanidades;
dale, Verdad de verdades, el amor a tu verdad. Amén.

Y concluye el poema con una sólida súplica: “dame el amor a tu verdad”. La verdad de Dios, es su voluntad, su camino, sus palabras. Este concepto está ampliamente desarrollado en el salmo 119. Por ejemplo: “Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón; guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo. Dame vida con tu palabra”. P. Natalio.

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