Una
clave de felicidad
Buenos
días, amigo/a
“Nada en exceso”,
decían los clásicos. Esta norma para llevar una vida feliz y armoniosa, debes
aplicarla también a actitudes que de por sí son excelentes y meritorias, por
ejemplo, la entrega generosa a los demás. La virtud de la prudencia ayuda a
tener ciertas precauciones para que esta actitud de servicio permanente, no
degenere en conductas nocivas e irracionales.
Para encontrar la felicidad hay que elegir bien los caminos. Es
necesario aprender las estrategias adecuadas. Nadie nace sabiendo cómo se alcanza
la felicidad. Es necesario realizar aprendizajes. Entre ellos te subrayo hoy
uno: aprende a pensar en ti mismo. Si alguien no se preocupa de sí mismo, no
atenderá su felicidad. Si uno siempre se posterga, siempre se “sacrifica”,
estará olvidando sus necesidades y generando su propio malestar. Expresar a
otros lo que uno necesita y decirles lo que espera de ellos; pedirles ayuda,
defender el propio espacio de autonomía, darse tiempo a sí mismo, éstos son
también caminos de felicidad. La felicidad no es sólo dar, es también pedir.
Sófocles, autor de famosas tragedias, escribió: “La prudencia es la
base de la felicidad”. Esta apreciable virtud te ayudará a armonizar tu
generosidad en dar con la justa atención a ti mismo. A veces no es fácil. Pide
al Espíritu Santo el don del discernimiento, y su luz te guiará. P. Natalio.
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