Sin mancha ni defecto
Buenos
días, amigo/a
Jesús, el Cordero de Dios, santo y justo, irreprochable, vino a quitar
los pecados del mundo, ofreciéndose al Padre en la cruz, víctima por nuestras culpas.
Y nos regaló la vida nueva de la gracia, para hacernos “hijos en el Hijo de
Dios”.
La ley de Moisés
aclaraba repetidas veces que los corderos ofrecidos a Dios debían ser sin
defectos, ni imperfecciones: “No sacrificarás al Señor, tu Dios, ningún animal
del ganado mayor o menor que tenga un defecto o cualquier clase de
imperfección, porque eso es una abominación para el Señor, tu Dios” (Deut 17, 1).
San Pablo recordaba con palabras semejantes a los cristianos su nueva condición
que les exigía santidad y pureza: “Pero ahora, él los ha reconciliado en el
cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte, a fin de que ustedes
pudieran presentarse delante de él como una ofrenda santa, inmaculada e
irreprochable (Cl 1, 22).
El bautizado emerge del bautismo con una pureza total. Hay un rito que
lo simboliza muy bien cuando, vestido con un manto blanco, el celebrante dice:
“Eres ya una nueva criatura y has sido revestido de Cristo. Qué esta vestidura
blanca sea signo de tu dignidad y, con la ayuda de tus familiares, logres mantenerla
inmaculada hasta la vida eterna”. Que hagas efectivo en tu vida este
revestimiento de Cristo, orando y vigilando para permanecer irreprochable ante
Dios. P. Natalio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario