domingo, 25 de enero de 2015


Sin mancha ni defecto


Buenos días, amigo/a

Jesús, el Cordero de Dios, santo y justo, irreprochable, vino a quitar los pecados del mundo, ofreciéndose al Padre en la cruz, víctima por nuestras culpas. Y nos regaló la vida nueva de la gracia, para hacernos “hijos en el Hijo de Dios”.

La ley de Moisés aclaraba repetidas veces que los corderos ofrecidos a Dios debían ser sin defectos, ni imperfecciones: “No sacrificarás al Señor, tu Dios, ningún animal del ganado mayor o menor que tenga un defecto o cualquier clase de imperfección, porque eso es una abominación para el Señor, tu Dios” (Deut 17, 1). San Pablo recordaba con palabras semejantes a los cristianos su nueva condición que les exigía santidad y pureza: “Pero ahora, él los ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte, a fin de que ustedes pudieran presentarse delante de él como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable (Cl 1, 22).

El bautizado emerge del bautismo con una pureza total. Hay un rito que lo simboliza muy bien cuando, vestido con un manto blanco, el celebrante dice: “Eres ya una nueva criatura y has sido revestido de Cristo. Qué esta vestidura blanca sea signo de tu dignidad y, con la ayuda  de tus familiares, logres mantenerla inmaculada hasta la vida eterna”. Que hagas efectivo en tu vida este revestimiento de Cristo, orando y vigilando para permanecer irreprochable ante Dios. P. Natalio.

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