El águila de las alas cortadas
Buenos
días, amigo/a
Ser agradecido es
propio de corazones nobles. No es lo común. Cuando Jesús curó a diez leprosos,
sólo uno regresó a dar las gracias. El reconocimiento de los favores recibidos
hace quedar bien consigo mismo por haber hecho lo que es justo y correcto. Desde
luego, el que beneficia a alguien debe hacerlo por pura bondad. Pero le es grato
verse agradecido.
Cierto día un hombre capturó a un águila, le cortó sus
alas y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas. El águila, profundamente
deprimida añorando su grandeza, bajaba la cabeza y no comía al sentirse como una reina
encarcelada. Un hombre al pasar la vio, le gustó y decidió comprarla. Le
arrancó las plumas cortadas y se las hizo crecer de nuevo. Cuando repuso el
águila sus alas, alzó vuelo y apresó enseguida a una liebre para llevársela en
agradecimiento a su liberador. Una zorra la vio y maliciosamente le dio este
consejo: --No le lleves la liebre a ése que te liberó, sino al que te capturó;
pues el que te liberó ya es bueno sin más estímulo. Procura más bien ablandar
al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas. (Esopo).
Las fábulas se
prestan para sacar no una sino varias enseñanzas. Por ejemplo: la de permitir a
los animalitos vivir felices en su hábitat natural y no tenerlos cautivos. Otra
es la de actuar con simplicidad y sencillez, sin otras intenciones escondidas,
como maliciosamente sugería la zorra. Empieza hoy por cumplir lo que dice san
Pablo: “Vivan dando gracias a Dios”. P. Natalio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario