Niños sinceros
Buenos días,
amigo/a.
¡Qué importante que los padres hablen a sus hijos y les vayan
trasmitiendo los valores que ellos mismos recibieron! Pero mucho más importante
es que actúen de acuerdo con esos mismos valores. Las palabras se las lleva el
viento, los ejemplos se quedan grabados en el alma como marcas impresas con
fuego.
Entramos con mis hijos
a un restaurante. Al traernos la cuenta, el mozo le arma un tremendo escándalo
a mi esposa: —Señora, por favor, ¡devuelva el tenedor que se guardó en el
bolso! Mi señora —indignadísima—vocifera: —¡Atrevido! ¡Respete! Yo soy una
distinguida mujer. Además, no tengo necesidad de una cosa de ésas. ¡Esto es una
infamia! En nuestra casa tenemos cubiertos finísimos y muy elegantes. —¿No es
cierto, hijito? —se dirigió a mi hijo menor. Y éste respondió: ¡Sí, mami! Y...
de los mejores restaurantesl
La mentira comienza
por faltas leves, que se van volviendo más atrevidas, pues arruinan la rectitud
de la conciencia moral. Lo malo de la mentira es que abre camino a
transgresiones graves como apropiarse lo ajeno, calumniar las personas, ocultar
amistades peligrosas, etc. El mentiroso anula valiosos muros que lo protegen.
Cultiva la sinceridad. P. Natalio
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