martes, 9 de diciembre de 2014


La cruz de cada día


Buenos días, amigo/a.

Si de buenas ganas llevas la cruz, ella te llevará a ti y te guiará al puerto deseado donde será el fin de todo padecimiento que aquí nunca termina. Si la llevas contra tu voluntad, te echas encima una nueva carga, la haces más pesada y de todos modos, tendrás que cargar con ella. Al rechazar una cruz sin duda encontrarás otra y, tal vez, más pesada, (Kempis).

No es posible prescindir de la cruz en la vida; pero, no nos engañemos en imaginar cruces raras. La cruz toma la forma de las circunstancias diarias de nuestra vida. El cumplimiento de nuestros múltiples deberes suele ser cruz que gravita sobre nuestros hombros: la fiel ejecución de nuestras obligaciones; la práctica sincera del amor a todos, aun a los que no nos resultan simpáticos; la puesta al servicio de los demás, aun a costa de nuestra propia incomodidad. Feliz aquel que sufre y sabe para qué sufre. La verdadera cruz cristiana tiene como trazo vertical la tensión hacia el cielo y como trazo horizontal el esfuerzo continuo por mejorar la tierra.

La escuela del dolor ayuda a ejercitarse en virtudes heroicas. Las pruebas que cayeron sobre Job, lo hicieron perfecto; la ceguera formó y santificó a Tobías; la calumnia inmortalizó a José; la persecución purificó a David; los leones dieron a conocer la virtud de Daniel. “Tus dolores son como astillas de la cruz de Cristo; no está bien que adorando esa cruz, maldigas sus astillas”. P. Natalio

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