El pequeño clavo
Buenos días,
amigo/a.
Si la nota dijese: “Una nota no hace melodía...”, no habría sinfonía. Si
la palabra dijese: “Una palabra no puede hacer una página...”, no habría libro.
Si la piedra dijese: “Una piedra no puede levantar una pared...”, no habría
casa. Si el hombre dijese: “Un gesto de amor no
puede salvar a la humanidad...”, nunca habría paz, ni dignidad, ni felicidad en
la tierra.
De todas partes acudía gente para admirar una nueva
iglesia. Era bellísima. En las maderas del tejado, había un pequeño clavo que
oía cómo alababan la encantadora estructura del templo. Pero nadie veía ni
pensaba en el clavo. Y éste se sintió irritado y lleno de envidia. ¡Si soy tan insignificante,
nadie me echará de menos! Entonces el clavo dejó de presionar la madera y se
deslizó hasta el suelo. Aquella noche llovió mucho. Donde faltaba el clavo, el
tejado cedió y se separó de las tejas. El agua corrió por las paredes y arruinó
los murales. El yeso se cayó, la alfombra se manchó y el Misal quedó
estropeado. Todo esto porque un pequeño clavo desistió de su trabajo. Ahora en
el barro yace oxidado e inútil.
Tu vida, como la de todos, transcurre entre
sencillas tareas. Puedes caer en el grave error de juzgarlas sin importancia y
hacerlas sin implicarte con entusiasmo poniendo lo mejor de ti mismo. No
olvides que “no hay virtud más eminente que la de hacer sencillamente lo que
tenemos que hacer”. Que descubras y vivas la felicidad y paz del deber
cumplido. P. Natalio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario