Cultiva la alegría
Buenos días, amigo/a
Ayudar y servir son dos expresiones concretas de un amor que se brinda
generosamente a los demás. De este olvido de ti mismo, surgirá como
por magia, tu propia felicidad y alegría, tu auténtica realización.
“Dormí y soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era
servicio. Y, en el servicio, encontré la alegría” (Tagore). Pide a
Dios el don de la alegría.
Sana, Señor, las raíces de mis tristezas ocultas, llega hasta el fondo
de mis males, para que pueda recuperar el verdadero gozo. Eso espero
de tu amor, mi Señor poderoso. No dejes que me entregue en los brazos
enfermos de la melancolía, no permitas que me envenene interiormente
con las quejas o el desaliento. Todo eso es inútil. No quisiera gastar
mis energías y mi tiempo en esos sentimientos dañinos. Mejor tómame
con tu luz. Dame una mirada positiva, optimista, esperanzada.
Convénceme, con un toque de tu Espíritu, de que la entrega generosa a
tu Reino es el mejor camino. Amén.
Defiende, pues, y cultiva la alegría. La risa y el buen humor te
liberarán de aquella lúgubre seriedad que vuelve los problemas pesados
como el plomo, te protegerán además de la triste inquietud cotidiana.
La risa y el buen humor crean espacios nuevos para alegrías
desconocidas. Es un precepto de Dios estar alegres: “Estén siempre
alegres” (1 Tes. 5,16). P. Natalio.
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