viernes, 8 de febrero de 2013
Inesperado pedido…
Buenos días, amigo/a
San Jerónimo vivió durante 25 años en la gruta del nacimiento de
Jesús, mientras se dedicaba a la traducción de la Biblia al latín, por
encargo del Papa san Dámaso. Un día hizo esta oración al Divino Niño
de Belén:
—Querido Niño, ¿cómo podré compensarte, ya que para hacerme feliz, has
bajado a esta pobre gruta y has padecido tanto por mí?
—Alaba a Dios, –oyó que decía –, y glorifícalo con las palabras:
“Gloria a Dios en las alturas”.
—Pero yo, querido Niño, quiero darte alguna cosa; quiero darte todo mi dinero.
—Dalo a los pobres y será como si me lo hubieras dado a mí.
—Sí, lo haré; pero, yo quiero darte alguna cosa también a ti; si no
moriré de dolor.
—Entonces dame tus pecados; los quiero para mí; para borrarlos.
—¡Oh querido Niño, dijo el Santo llorando; toma todo lo que es mío y
dame todo lo que es tuyo!
“Dame tus pecados”: ¡qué inesperado fue para Jerónimo el pedido del
Divino Niño! Sin embargo, nada busca tanto nuestro Salvador como
liberarnos de la pesada carga de nuestras fragilidades y culpas. Un
día Jesús le dijo a santa Faustina Kowalska: “Que no tema acercarse a
mí el alma más débil y pecadora, aunque tuviera más pecados que granos
de arena hay en la tierra. Dile a las almas pecadoras que no tengan
miedo de acercarse a mí; habla de mi gran misericordia”. Alentador
mensaje que nos invita a abrir el corazón a la confianza en el Señor.
P. Natalio.
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