jueves, 7 de febrero de 2013

Ayúdame, Señor, a tranquilizarme

Buenos días, amigo/a

La paz y la serenidad son valores importantes que debes cuidar con
diligencia. Con la ayuda del Señor, no te dejes perturbar por
pequeñeces que debes despreciar y olvidar. Desde que te levantes elige
conscientemente estar sereno y tranquilo. La persistente
interiorización de estos valores producirá sus frutos.

Suaviza, Señor, los latidos de mi corazón, apacigua mi mente.
Tranquiliza mi paso apresurado dándome una visión de la eterna
trascendencia de mi tiempo. Dame, en medio de la confusión del día, la
calma de las colinas eternas. Afloja las tensiones de mis nervios y
músculos con la música del canto de los arroyos que viven en mi
memoria. Ayúdame a conocer el poder mágico y restaurador del sueño.
Enséñame el arte de tomarme vacaciones instantáneas, deteniéndome a
mirar una flor, charlar con un amigo, leer unas líneas de un buen
libro. Dame calma, Señor, e inspírame para hacer que mis raíces
penetren profundamente en el suelo de los valores perdurables de la
vida y así pueda crecer hacia las estrellas de mis más altas
aspiraciones.

Defiende y cultiva la paz en tu corazón, porque es el clima
indispensable para crecer en plenitud en todas las dimensiones de tu
vida. Vigila cuanto entra en tu corazón para que no se infiltre en él
el polvo de la ansiedad, el ácido de la irritación, o el veneno del
odio. Gozar de la paz profunda del alma merece estar en permanente
alerta. P. Natalio.

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