Alabar y bendecir
Buenos días, amigo/a. Fernández
La humildad lleva al hombre a ubicarse con verdad ante Dios, nuestro
creador. Él ve los corazones y conoce nuestros sentimientos. Dice Dios
(Is. 66, 2): “En ése tengo puestos mis ojos, en el humilde y abatido,
en el que se estremece ante mis palabras”. La humildad va de la mano
con el santo temor de Dios. En la oración que te presento resalta la
convicción de quien se reconoce criatura y obra de las manos del
Señor. Es del P. Víctor Fernández.
Alabado y glorificado seas, mi Dios, magnífico y precioso. Porque yo
soy pequeño y tú eres grande. Porque yo soy débil y tú eres fuerte.
Porque yo soy la sed y tú eres el agua. Porque yo soy el capullo y tú
eres el sol. Porque yo soy el frío y tú eres el fuego. Porque yo soy
tierra seca y tú eres la lluvia. Porque yo soy manos abiertas y tú
eres la vida que las llenas. Porque yo soy tu creatura y tú eres el
único Dios. Amén
En Eclesiástico 2, 15-17, se lee: “Los que temen al Señor no
desobedecen sus palabras y los que lo aman siguen fielmente sus
caminos. Los que temen al Señor tratan de complacerlo y los que lo
aman se sacian de su ley. Los que temen al Señor tienen el corazón
bien dispuesto y se humillan delante de él”. Otro don para pedir al
Espíritu Santo: el temor de Dios. P. Natalio.
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