lunes, 1 de octubre de 2012

La oración confiada


Buenos días, amigo/a


La experiencia y la Palabra de Dios nos aseguran que vivimos en medio

de influencias tanto negativas como positivas. Existe el instigador al
mal, existen los que se dejan poseer por el odio y la perversidad. Y
estas malas ondas vibran a nuestro alrededor y nos quieren envolver en
sus redes. Pero hay una fuerza poderosa que te protege: la oración
humilde y confiada a Dios.

¡Señor! ¡Colma de esperanza mi corazón y de dulzura mis labios! Pon en
mis ojos la luz que acaricia y purifica, en mis manos el gesto que
perdona. Dame valor para la lucha, compasión para las injurias,
misericordia para la ingratitud y la injusticia. Líbrame de la envidia
y de la ambición mezquina, del odio y de la venganza. Y que, al volver
hoy nuevamente al calor de mi hogar, pueda, en lo más íntimo de mi
ser, sentirte a ti presente. Amén.


Orar por cualquier necesidad —grande o pequeña, espiritual o material—

te ofrece la ocasión de verificar la proximidad de Dios. Él quiere
librarte de tus angustias y afanes y se pone a tu alcance para acudir
en tu auxilio. De este modo entrarás en una relación afectuosa,
verdadera y concreta con Dios. P. Natalio.

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