jueves, 26 de julio de 2012

Después de la vida


Buenos días, amigo

Una vez un taxista me interrumpió una reflexión sobre la vida que
sigue a esta vida terrenal, diciéndome: “¡Nadie ha venido a contarnos
lo que hay después!”. “Mire, le dije, en la vida de san Juan Bosco hay
un hecho que fue presenciado por un grupo de seminaristas entre los 20
y 30 años y que ha testificado este santo en sus memorias”.

Siendo Don Bosco seminarista hizo un trato con su amigo Luis Comollo:
el que muera primero vendrá a avisar si está o no en el Cielo. Al poco
tiempo murió el amigo de Don Bosco. Habían pasado cuatro días del
entierro, y Bosco no podía dormir. Cuando el reloj de la iglesia tocó
las doce, se oyó un rumor sordo que hizo vibrar las paredes, el
pavimento y el techo. Los seminaristas se despertaron y quedaron
mudos. “Yo estaba petrificado de horror —cuenta Don Bosco— se abrió
violentamente la puerta del dormitorio; solo se vio un fulgor pálido.
Luego un repentino silencio; la luz brilló más y oí la voz de Comollo,
que por tres veces me dijo: “¡Bosco, Bosco, Bosco! ¡Me he salvado!”
.

Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor
misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para
siempre por nuestra propia y libre elección. Eso es el infierno: algo
peor que el fuego y cualquier tormento, la separación de un Dios todo
bondad, belleza y verdad. Jesús habló quince veces del infierno para
que estemos muy atentos. P. Natalio.

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