sábado, 26 de mayo de 2012

Las dos cartas


Buenos días, amigo/a.

La humildad consiste en el reconocimiento de que Dios es el autor de
todo bien. De él proviene todo cuanto tenemos y somos. Y también
cuanto tiene y es nuestro prójimo. Por eso no cabe el sentido
competitivo de la vida, que está en el fondo de la actitud soberbia y
envidiosa. El que quiere sobresalir no busca tanto alcanzar una meta,
sino crear distancia respecto de los otros.

El Cura de Ars dijo en cierta ocasión: “He recibido dos cartas en el
mismo correo; una decía que yo era un gran santo, y la otra, que era
un hipócrita y un impostor. La primera no me hacía mejor de lo que soy
y la segunda no me hacía peor de lo que soy. Delante de Dios, todos
somos lo que somos, nada más ni nada menos”.


Ubicarse ante Dios significa ser conscientes de nuestra pequeñez y
dependencia, porque “El Señor es un Dios grande, tiene en su mano los
abismos de la tierra, son suyas las cumbres de los montes, suyo es el
mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos”, (Sal
95). Con razón antes de hablar a Dios, Abrahán le pedía perdón porque
se sentía “polvo y ceniza”. P. Natalio.

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