domingo, 26 de febrero de 2012

Zapatazo en plena cara


Buenos días, amigo/a.

La oración humilde y confiada es el poder que Dios pone en tus manos
para que, como un niño sencillo, pidas todo lo que necesitas. Pero no
debes suplicarle con una oración agitada, como si quisieras exigirle
el cumplimiento de tus deseos. A Dios hay que dejarle ser Dios y
actuar con plena libertad. Él te ama, y sabe lo que más te conviene.

Una vez un paisano del Padre Pío tenía un fuertísimo dolor de muelas.
Como el dolor no lo dejaba tranquilo su esposa le dijo: “¿Por qué no
rezas al Padre Pío para que te quite el dolor de muelas? Mira, allí
está su foto, rézale”. El hombre se enojó y gritó furibundo: “¿Con el
dolor que tengo quieres que rece?”. Y agarró un zapato y lo lanzó con
todas sus fuerzas contra el cuadro del P. Pío. Algunos meses más tarde
su esposa lo convenció de irse a confesar con el P. Pío. Se arrodilló
en el confesionario del Padre y, luego de decir todos los pecados que
se acordaba, el Padre le dijo: “¿Qué más recuerdas?” “Nada más”,
contestó el hombre. “¿Nada más? ¿Y qué hay del zapatazo que me diste
en plena cara?”

¡Qué dones admirables concedió el Señor al P. Pío, su humilde
servidor! Horas y horas pasaba confesando, mientras una fila
interminable esperaba con paciencia. Aprovecha, hermano/a, este gran
sacramento que te dará paz, consuelo espiritual y gracias especiales
para vencer la fuerza del mal y del pecado que hay en nosotros. P.
Natalio.

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