viernes, 6 de enero de 2012

En un juicio


Buenos días, amigo/a.

Entre nosotros con frecuencia las faltas de sinceridad son celebradas
como “viveza criolla”, feo vicio antisocial que ha vulnerado nuestra
buena imagen en el exterior. Y lo peor es que perdura entre nosotros
cuando aplaudimos al canchero, al piola, al madrugador, que son los
“avivatos” y “ventajitas” de las historietas cómicas. Sólo la verdad
nos hará libres.

—¿Cuántos años tiene usted, señorita? –pregunta en un juicio el
presidente del tribunal a una solterona.
—Veinticinco recién cumplidos, señor.
—Bien, ahora que ya ha dicho su edad, ¿jura decir la verdad, toda la
verdad, y nada más que la verdad?

Ser una persona que ama la verdad, aún si ésta va en contra de uno, te
reviste de gran honor. Y el honor es mejor que los honores. Urge
educar al niño a descubrir y gozar la alegría que da hablar y actuar
con verdad, reconociendo que no debe avergonzarse de dar testimonio
sincero de ella. Ojalá padres y maestros asuman esta tarea básica. P.
Natalio.

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