miércoles, 4 de enero de 2012

El caballo y el buey


Buenos días, amigo/a.

El trabajo honrado y responsable nos libera del aburrimiento y de los
vicios, y nos proporciona los recursos para remediar nuestras
necesidades fundamentales. Es una bendición de Dios. Trabaja con gusto
y acabarás sintiendo gusto por el trabajo. “El que no quiera trabajar,
que no coma”, escribió san Pablo a los de Tesalónica. Que tengas un
día de acción.

Un buey y un caballo comían en el mismo potrero. El buey comía ligero,
tragaba casi sin mascar y luego se echaba en el suelo a rumiar
tranquilo. El caballo también comía, pero sólo si no estaba ensillado;
y aunque se hubiese apurado no hubiera comido ni la mitad de lo que el
buey. Pensaba que el amo perdía manteniendo a aquel haragán comilón.
Pero el amo un día se llevó el buey, que, de gordo, apenas podía
caminar. El caballo preguntó a un chimango que observaba desde un
poste, a dónde llevaban a su compañero. —Al matadero, -chilló muy
alegre el chimango– ¿no ves que está gordo? ¡Qué banquete tendré hoy!
En esta vida –pensó el caballo- hay varios modos de pagar los gastos.
G. Daireaux.

“Saluda con gozo y agradecimiento el don inapreciable de este nuevo
día. Trata con ternura cada hora porque no retornará jamás. Elude con
empeño todo aquello que mata el tiempo. No escuches a labios ociosos,
ni te quedes donde hay manos inactivas”, (Mandino). Valiosos consejos
para evadir la vagancia que frustra y aleja las mejores metas. P.
Natalio.

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