sábado, 24 de diciembre de 2011


Orar, simplemente orar


Buenos días, amigo/a.

La oración humilde y confiada es el poder que Dios pone en tus manos
para que, como un niño muy sencillo, le pidas lo que necesitas. Pero
no debes suplicarle con desesperanza, ni con una oración agitada, como
si quisieras exigirle el cumplimiento de tus deseos. A Dios hay que
dejarle ser Dios y actuar con libertad. Él te ama, y sabe lo que más
te conviene.

Un pobre campesino volvía del mercado al atardecer, cuando advirtió
que no llevaba su libro de oraciones. Estaba en un bosque y debía
ajustar una rueda de la carreta. El pobre hombre muy afligido oró así:
“He cometido una verdadera estupidez, Señor. He salido sin mi libro de
rezos. Tengo tan poca memoria que sin él no sé orar. De modo que voy a
decir cinco veces el alfabeto muy despacio. Tú, que conoces todas las
oraciones, puedes juntar las letras y formar las plegarias que ya no
recuerdo”. Y Dios dijo a sus ángeles: “De todas las oraciones que he
escuchado hoy, ésta ha sido sin duda alguna, la mejor. Una oración que
ha brotado de un corazón sencillo y sincero”.

La oración simple y confiada conmueve el corazón de Dios. A nosotros
también nos enternecen los niños cuando con encantadora espontaneidad
nos piden que les ayudemos a hacer un dibujo, a atarles los cordones
de los zapatitos, etc., y no podemos negarnos. Su humilde confianza
nos impulsa a prestarles cualquier servicio. P. Natalio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario