Un día funesto
Buenos días, amigo/a.
“Dios mezcla las amarguras con las alegrías de la tierra, a fin de
llevar al hombre a aquella felicidad y alegría, cuya dulzura nunca
engaña y que sólo se encuentra en él. Las alegrías mundanas están
vacías, no tienen sabor ni duración. No hay en ellas realidad, ni
dicha, ni estabilidad, son como una gota de miel que se convierte en
un mar de hiel”. San Agustín.
Desde hacía una hora un hombre de unos cincuenta años estaba sentado
en un bar mirando un vaso lleno de vino sin beberlo. De pronto entra
un camionero alto y robusto, y le bebe todo el vaso de vino. El hombre
empieza a llorar, y el hombrachón le dice: —Vamos, amigo, era una
broma no más; ahora mismo pido una botella. —No lloro por eso. Hoy ha
sido el día más funesto de mi vida. Llegué tarde al trabajo y me
echaron. Cuando volvía a mi casa, me robaron el auto. Ya estaba
llegando a pie y sorprendí a mi esposa con otro hombre. Y ahora,
cuando estoy por poner fin a tanto sufrimiento, viene usted y se bebe
todo mi veneno…
La fe no suprime el sufrimiento ni las contrariedades. Pero me hace
descubrir que Jesús puede tomarme de la mano y levantarme. Puede
fortalecerme y liberarme de mis males físicos y espirituales. Tiene
poder para sostenerme, darme ánimo y arrancar mi vida de los poderes
del mal que tantas veces me esclavizan. Confía siempre en él. P.
Natalio.
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