miércoles, 6 de abril de 2011

Para vivir en la Tierra


Buenos días, amigo/a.

Para poder comprender lo mucho que Dios nos ama, contemplemos,
extasiados, el sol de cada mañana... Recorramos los jardines, las
flores también nos hablan. ¿Quién pudo dar tanta belleza, de aroma,
color y gala? Sólo el artista divino, nuestro Padre que nos ama. La
naturaleza nos habla al corazón para decirnos, dulcemente, ¡cómo nos
ama Dios!

Antes de nacer estaba preocupado porque no conocía el mundo al que
llegaría. Entonces le pedí a Dios instrucciones para vivir en la
Tierra. Dios me dijo: “Sé como el sol: levántate temprano, y no te
acuestes tarde. Sé como la luna: brilla en la oscuridad, pero sométete
a la luz mayor. Sé como el pájaro: come, canta, bebe y vuela. Sé como
las flores: enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces. Sé como la
fruta: bella por fuera, saludable por dentro. Sé como el día: llega y
se retira sin alardes. Sé como el río, siempre hacia adelante. Sé como
la luciérnaga: aunque pequeña, emite su propia luz”.

Entrar en contacto un poco más prolongado con la naturaleza nos acerca
a una verdadera fuente de sabiduría. Allí surgen emociones y vivencias
que nos hacen amar más la vida, para volver luego a nuestras
ocupaciones habituales con nuevas energías y nuevas ideas. “¡Cuántas
son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría!”. P.
Natalio.

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