lunes, 4 de octubre de 2010


El labrador y la víbora


Buenos días, amigo/a

“No hay en el mundo fruta más sabrosa que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar, así como no hay fatiga más desagradable que la que produce el rencor. Vale la pena perdonar, aunque sea solo por interés, porque no hay terapia más liberadora que el perdón”, (I. Larrañaga). “La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón”, (Juan Pablo IIº).

Una víbora se acercó arrastrándose adonde estaba el hijo de un labrador, y lo mató. Sintió el labrador un dolor terrible y, tomando su hacha, se puso al acecho junto al nido de la serpiente, dispuesto a matarla tan pronto como saliera. Asomó la víbora la cabeza y el labrador le dio un hachazo, pero falló el golpe, partiendo en dos a la vecina piedra. Temiendo después la venganza del reptil, intentó reconciliarse con ella; pero ésta repuso: —Ni yo puedo alimentar hacia tí buenos sentimientos viendo el hachazo en la piedra, ni tú hacia mí contemplando la tumba de tu hijo. Esopo.

Vivir la caridad cristiana no es fácil. En verdad está por encima de nuestras fuerzas. Por eso es indispensable suplicar con humildad y constancia al Señor el don de la fraternidad para poder elevarnos sobre nuestros egoísmos, retraimientos, susceptibilidades… Pero cuando el amor de Dios nos invade podemos perdonar, soportar y esperar sin límites. P. Natalio.

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