Viernes santo
Buenos días, amigo/a
“Para un hombre no hay momento
más dramático que el de su muerte. El paso de esta vida a la eternidad produce
un desgarrón profundo. Nuestro ser se deshace al separarse el alma del cuerpo.
Quienes fuimos testigos de la muerte de alguien muy querido, lo sabemos. Y
ahora delante nuestro está Jesús sufriendo, está muriendo. Su muerte, siendo
tremenda, es distinta, porque entrega su vida por ti, por mí y por todos. Nadie
se la quita. El libremente la ofrece para que tengamos vida”.
«Desde el mediodía hubo oscuridad sobre la tierra hasta las tres de la
tarde. Y alrededor de esta hora clamó Jesús con fuerte voz: «Elí, Elí, ¿lemá
sabactaní?» es decir, «Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?», Pero Jesús
dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el Espíritu», (Mateo 27, 45-46.50).
“La misión salvadora de Jesús no
termina con su muerte, continúa en su resurrección y alcanzará su plenitud
cuando él se haga presente al fin de los tiempos para juzgar a vivos y muertos.
A nosotros nos queda convertirnos a Cristo que sigue viviendo resucitado.
¿Aceptamos nuestra .condición humana con sus limitaciones e impotencias? Jesús
la aceptó en todo menos en el pecado. El no tuvo ningún pecado, pero nosotros
que somos pecadores, ¿estamos dispuestos a convertirnos?”, (P. Carlos Heredia).
Acompaña hoy a Jesús en el viacrucis. P. Natalio.
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