viernes, 3 de abril de 2015

Viernes santo

Buenos días, amigo/a

“Para un hombre no hay momento más dramático que el de su muerte. El paso de esta vida a la eternidad produce un desgarrón profundo. Nuestro ser se deshace al separarse el alma del cuerpo. Quienes fuimos testigos de la muerte de alguien muy querido, lo sabemos. Y ahora delante nuestro está Jesús sufriendo, está muriendo. Su muerte, siendo tremenda, es distinta, porque entrega su vida por ti, por mí y por todos. Nadie se la quita. El libremente la ofrece para que tengamos vida”.

«Desde el mediodía hubo oscuridad sobre la tierra hasta las tres de la tarde. Y alrededor de esta hora clamó Jesús con fuerte voz: «Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?» es decir, «Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?», Pero Jesús dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el Espíritu», (Mateo 27, 45-46.50).

“La misión salvadora de Jesús no termina con su muerte, continúa en su resurrección y alcanzará su plenitud cuando él se haga presente al fin de los tiempos para juzgar a vivos y muertos. A nosotros nos queda convertirnos a Cristo que sigue viviendo resucitado. ¿Aceptamos nuestra .condición humana con sus limitaciones e impotencias? Jesús la aceptó en todo menos en el pecado. El no tuvo ningún pecado, pero nosotros que somos pecadores, ¿estamos dispuestos a convertirnos?”, (P. Carlos Heredia). Acompaña hoy a Jesús en el viacrucis. P. Natalio.

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