Salir
de uno mismo
Buenos
días, amigo/a
Te ofrezco hoy, Jueves Santo, día
de Jesús, humilde servidor, una reflexión sobre la importancia de salir al
encuentro de los demás. “Si el grano
de arena no forma duna, se lo lleva el viento. Si la gota de agua no se
confunde con el torrente, la evapora el calor. Si tú no te unes a la comunidad,
viviendo en ella y para ella, fácilmente te puedes perder”, (Alfonso Milagro).
Partir es, ante todo, salir de uno mismo, romper la coraza de egoísmo
que intenta aprisionarnos en nuestro propio “yo”. Partir es dejar de dar
vueltas alrededor de uno mismo, como si ése fuera el centro del mundo y de la
vida. Partir es no dejarse encerrar en el círculo de los problemas del pequeño
mundo al que pertenecemos, cualquiera sea su importancia. La humanidad es más
grande, y es a ella a quien debemos servir. Partir no es devorar kilómetros,
atravesar los mares o alcanzar velocidades supersónicas. Es, ante todo, abrirse
a los otros, descubrirlos, ir a su encuentro; abrirse a otras ideas, incluso a
las que se oponen a las nuestras. Es tener el aire de un buen caminante. (Mons.
Helder Cámara).
“Hazme comprender, Señor, que fui creado no
como un ser acabado y encerrado sino como en tensión y movimiento hacia los
demás; que debo participar de la riqueza de los demás y dejar que los demás
participen de mi riqueza; y que encerrarse es muerte y abrirse es vida,
libertad, madurez”. Busca hoy ocasiones
de trabar un fructuoso diálogo con tus semejantes. P. Natalio.
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