lunes, 15 de diciembre de 2014

La serpiente y la luciérnaga


Buenos días, amigo/a.

El envidioso no percibe que su infelicidad no proviene de lo que no tiene, sino de la falta de aprecio por lo que sí posee. Hay además una falta de compromiso y responsabilidad con la propia vida, porque el celoso, pendiente de la vida de otros, no asume la propia con sus fortalezas y posibilidades reales. El Señor te libre de la dañosa envidia.

Cierta vez una serpiente perseguía a una luciérnaga. Ésta huía muy rápido, llena de miedo por la feroz depredadora. Pero, la serpiente no desistía en su intento de alcanzarla. La luciérnaga huyó durante un día, pero la cazadora seguía detrás, dos días y nada, al tercer día, ya sin fuerzas, el insecto se detuvo cansado y dijo a la serpiente: ¿Puedo hacerte tres preguntas? No concedo deseos a nadie, pero ya que te voy a engullir, puedes hablar, dijo la serpiente.Entonces, dime: ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? ¡No!, replicó la serpiente. ¿Yo te hice algún mal? ¡Tampoco! Entonces, ¿por qué quieres devorarme? ¡Porque no soporto verte brillar!, fue la respuesta final de la serpiente.

Lo correcto está en no compararte con los demás. Enumera tus bienes y agradécelos al Señor. Valora incluso el dolor y el fracaso, porque hay también la escondida sabiduría de convertir un menos en más, un fracaso en victoria y una cruz en resurrección y vida. Que el Espíritu Santo te dé sabiduría y prudencia. Te espero  mañana aquí mismo. P. Natalio.

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