El
vendedor anciano
Buenos días,
amigo/a.
Cuántas veces nos equivocamos al juzgar a los
demás. No conocemos la realidad de las personas, con todas las circunstancias
de su vida; y sin embargo las condenamos en nuestro interior porque quizás a
primera vista nos han caído mal por un detalle sin importancia. Por prudencia
no te dejes llevar de reacciones instintivas.
Un anciano vendía
juguetes en el mercado. Los clientes, sabiendo que tenía la vista muy débil, a
veces le pagaban con monedas falsas. El anciano lo advertía, pero no decía
nada. Pedía a Dios que perdonara a los que lo engañaban. —Tal
vez tengan poco dinero, y quieren comprar regalos a sus hijos –se decía. Pasó el tiempo y el hombre murió. Ante
las puertas del paraíso, oró así: —¡Señor!
Soy un pecador. Cometí errores, no soy mejor que las monedas falsas que recibí.
¡Perdóname! Entonces se abrieron las puertas y se oyó una voz: —¿Cómo puedo juzgar a quien en su vida, jamás
juzgó a los demás?
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