El monje y el turista
Buenos días,
amigo/a.
El sentido de nuestra vida no cabe en el
corto espacio que media entre la cuna y la tumba. Hay que buscarlo más allá. El
Eclesiastés, con su tono sombrío, señala que las cosas de este mundo son
"poca cosa", pura vanidad. No bastan para hacernos felices.
No basta toda la prosperidad del mundo para colmar las ansias eternas del
corazón del hombre.
Un turista se encontró con un monje en meditación y quedó
impresionado por la felicidad y la paz que le inspiraba. El turista se le
acercó y le preguntó: —¿Cómo es que Ud. que ha renunciado a todo en el mundo, está en paz y
vive feliz como si lo tuviera todo? ¿En qué se basa su capacidad de renuncia?
El monje se sonrió y dijo: —También yo me asombro de la capacidad de renuncia de los hombres del
mundo. Pues yo sólo renuncio a cosas perecederas a cambio de tesoros de valor
infinito, mientras que ellos renuncian a lo infinito por banalidades y cosas
perecederas.
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