El amor que plenifica
Buenos días,
amigo/a.
La regla de oro de
las grandes religiones es el amor al prójimo. En el libro de Tobías el anciano
ciego, sintiéndose cercano a la muerte, dio preciosos consejos a su hijo. Entre
ellos se destaca: “No hagas a nadie lo que no te agrada a ti”. Norma
fundamental y obvia, pero tantas veces transgredida por egoísmo o
inconsciencia. “Al final de la vida se nos juzgará por el amor”.
Amar, no es sentirse emocionado por otro, sentir afecto
sensible por otro, abandonarse en brazos de otro, admirar a otro, querer poseer
a otro; amar, es en esencia entregarse a otro y a los otros. El amor es un
camino de una sola mano: parte siempre de ti y se dirige a los demás. Cada vez
que tomas un objeto o a un persona para ti, dejas de amar, pues dejas de
entregarte. Vas a contramano. Revisa a menudo la autenticidad y pureza de tus
amores. No te limites a preguntarte: ¿amo? Analiza: ¿renuncio a mí mismo, me
olvido de mí mismo, me entrego? (Michel Quoist).
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