jueves, 7 de noviembre de 2013

Con serenidad

Buenos días, amigo/a.

Al empezar este día te ofrezco un breve poema. Te ayudará a dejar en
manos del Señor toda turbación, porque él te anima a abrir el corazón
a su infinito amor. La llave de la paz interior es la confianza en
Dios, “como un niño en los brazos de su madre”. La musicalidad del
himno parece una invitación a reposar en los brazos divinos…

Cantemos al Señor con indecible gozo,
él guarde la esperanza de nuestro corazón,
dejemos la inquietud posar entre sus manos,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

Dichoso será aquel que siempre en él confía
En horas angustiosas de lucha y de aflicción,
confiad en el Señor si andáis atribulados,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

Envíanos, Señor, tu luz esplendorosa
si el alma se acongoja en noche y turbación,
qué luz, qué dulce paz en Dios el hombre encuentra;
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

Como las canciones, este poema es para repetirlo varias veces hasta
que poco a poco  interiorices los sentimientos que lo impregnan. Tiene
un efecto sedante: ensancha el corazón y descansa la mente… y, si hay
en ti alguna tiniebla, se disipa al entrar la luz del amor infinito.
P. Natalio

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