Como a un padre
Buenos días, amigo/a
La oración que haces al comenzar la jornada y al terminarla, es la
expresión de tu amor y confianza en Dios. Entre estos dos momentos, si
amas de verdad a Dios con toda el alma y con todas las fuerzas, como
dice la Palabra, de alguna manera el recuerdo amoroso del Señor te
acompañará en las variadas tareas de tu jornada.
El abuelo preguntó al nietecito si rezaba las oraciones de la noche.
—¡Oh, sí!, respondió el niño. —¿Rezas también por la mañana?, siguió
preguntando el abuelo. —¿Para qué?, contestó el niño, en el día no
tengo miedo. Así obramos muchos de nosotros: recurrimos a Dios, como
se recurre al médico, cuando lo necesitamos. Entonces lo invocamos
diciéndole: "Padre nuestro". Ya que le damos ese nombre, deberíamos
acudir a él no sólo cuando lo necesitamos, sino también para
manifestarle, como Padre que es, nuestras alegrías, nuestra gratitud,
nuestras penas, nuestras preocupaciones, nuestros deseos.
“Uno puede orar en las calles, las oficinas, las escuelas, como así
también en el recogimiento de la propia habitación o en medio de
multitudes. Pero de poco sirve orar por la mañana, si se vive el resto
del día como un ateo. La verdadera oración moldea la vida y una vida
auténtica exige la oración”, (A. Carrel). Que la oración cada vez gane
más espacio en tus jornadas. P. Natalio.
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