jueves, 4 de abril de 2013

El árbol y el campesino

Buenos días, amigo/a

El mal ha entrado en el mundo por la puerta del egoísmo humano, que es
negación del amor y búsqueda desenfrenada del propio bienestar. Cada
día puedes empezar a ser generoso en pequeños gestos. Con la práctica
se te irá abriendo el corazón, descubrirás la alegría de dar y
comprobarás, maravillado, que recibes mucho más de lo que das.

En el campo de un labriego había un árbol que no servía más que de
refugio a los gorriones y a las chicharras ruidosas. El labrador,
viendo su inutilidad, se dispuso a talarlo y descargó contra él su
hacha. Los gorriones y las chicharras le rogaron que no lo quitara
porque era su albergue y en él podrían seguir cantando y agradándole a
él mismo. Mas sin hacerles caso, le asestó un segundo golpe, luego un
tercero. Rajado el árbol, vio un panal de abejas y probó y gustó su
miel, con lo que guardó el hacha, apreciando y cuidando desde entonces
al árbol con gran esmero. (Esopo).

Antes de buscar el beneficio personal, pregúntate, ¿qué puedo
compartir hoy? En lugar de querer poseer empezarás a donar, guiado por
el deseo de ayudar a satisfacer las necesidades de los otros. Cada uno
tiene algo para compartir. Dinero, talento, tiempo o una simple
oración. La generosidad nos pone en sintonía con nuestra semejanza
divina. Ánimo, inténtalo. P. Natalio.

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