Venimos a recibir tu denario…
Buenos días, amigo/a
Al fin de una jornada agitada de lucha y de trabajo, nada ayuda tanto
a restaurar la paz en el alma como una oración llena de confianza en
el Señor. En efecto, en él encontramos un refugio seguro, un guardián
siempre vigilante, un pastor que nos acompaña con solícito cuidado. El
himno litúrgico que te ofrezco te introducirá en este ambiente de
celestial compañía.
Mentes cansadas, manos encallecidas, labriegos al fin de la jornada,
jornaleros de tu viña, venimos, Padre, atardecidos de cansancio,
agradecidos por la lucha, a recibir tu denario. Llenos de polvo, el
alma hecha jirones, romeros al filo de la tarde, peregrinos de tus
montes, venimos, Padre, heridos por los desengaños, contentos por
servir a tu mesa, a recibir tu denario. Hartos de todo, llenos de
nada, sedientos al broquel de tus pozos y hambrientos de tu casa,
venimos, Padre, el corazón entre tus brazos, la frente humilde de
delitos, a recibir tu denario. Amén.
Ojalá que, por propia experiencia, tengas la certeza que el mejor
descanso, ese oasis interior de paz que necesitas al fin del día, son
los brazos divinos de Dios. Allí está “la verde pradera donde
recostarte, de él fluye la fuente tranquila que repara tus fuerzas
agotadas”. La oración es la llave para cerrar sabiamente cada jornada.
El Señor te bendiga y proteja. P. Natalio.
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