domingo, 10 de marzo de 2013

La vieja y el médico

Buenos días, amigo/a

La sinceridad es una virtud exigente, ya que puedes faltar a la verdad
de distintas y sutiles maneras. Por ejemplo, con la simulación, que es
mentir con los hechos, o con la hipocresía pasando por lo que no se
es, o con jactancias atribuyéndose uno excelencias que no posee, o con
adulaciones cuando se engaña para sacar algún provecho de los otros.

Una vieja enferma de la vista llamó con la promesa de pagarle, a un
médico. Éste se presentó en su casa, y cada vez que le aplicaba el
ungüento no dejaba, mientras la vieja tenía los ojos cerrados, de
robarle todo lo que podía llevarse un poco por vez. Cuando ya no
quedaba nada, terminó también la cura, y el médico reclamó el salario
convenido. Se negó a pagar la vieja, y aquél la llevó ante los jueces.
La vieja declaró que, en efecto, le había prometido el pago si le
curaba la vista, pero que su estado, después de la cura del médico
había empeorado. –Porque antes –dijo– veía todos los muebles que había
en mi casa, y ahora no veo ninguno. (Esopo).

Es lamentable que en Argentina muchas faltas de sinceridad sean
celebradas como “viveza criolla”, feo vicio antisocial que ha
vulnerado tristemente nuestra imagen en el exterior. Y lo peor es que
perdura entre nosotros cuando aplaudimos al canchero, al piola, al
madrugador, que son los “avivatos” y “ventajitas” de las historietas
cómicas. Sólo la verdad nos hará libres. P. Natalio.

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