martes, 5 de marzo de 2013


La situación difícil que atraviesa la Argentina  —economía fluctuante,
inflaciones periódicas, falta de trabajo, crecimiento de la pobreza,
etc.— ha generado un hecho digno de admiración y elogio: el
voluntariado. Personas que, más allá de la queja estéril, se deciden
entregar su vida y poner el hombro a las necesidades urgentes que
perciben a su alrededor. Son vocaciones de servicio.

Por amor hay quien abandona su casa confortable en Europa y vive, sin
agua y sin luz, en una villa miseria de una nación del Tercer Mundo.
Por amor hay personas que cruzan continentes y mares, y por ese mismo
amor hay quienes se encierran en la celda de un monasterio a la
oración. Por ese amor se entregan los años, la salud, el dinero, la
juventud, la seguridad del futuro, el trabajo, el descanso, los
gustos, todo. Ese amor es más fuerte que los lazos de la sangre, que
las raíces de la tierra o que las llamadas del corazón. Ese amor es
más fuerte que la vida y que la muerte. Pero todo eso es un camino
seguro hacia la felicidad, porque, “lo que se necesita para conseguir
la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”.

Cada día puedes ser generoso en acciones pequeñas. Este propósito abre
el corazón poco a poco, y descubres admirado que nunca pierdes. Por el
contrario te fortaleces y puedes superar el temor de ser vulnerable.
Practicar la generosidad ejercita al corazón: cuanto más se da, más se
fortalece. Recuerda que Jesús dijo: “Hay más alegría en dar que en
recibir”. P. Natalio.

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