viernes, 22 de marzo de 2013

El reloj perdido

Buenos días, amigo/a

De vez en cuando y por un lapso de toda una mañana o de una tarde
entera, sumérgete en baños de soledad y silencio. Es una disciplina
excelente que fortalecerá tu espíritu y te ayudará a ir encontrándote
con tu ser más profundo y verdadero. No le temas a la soledad. Aprende
a amarla.

Unos trabajadores estaban almacenando aserrín en el depósito de una
fábrica de hielo, cuando uno de ellos advirtió que se le había caído
el reloj de su muñeca. Todos se pusieron a buscarlo. Después de una
intensa búsqueda entre charlas y risas, decidieron dejarlo y se fueron
a tomar un café. Un joven que los había observado, entró en el almacén
y, al poco rato, se presentó ante los trabajadores con el reloj en su
mano. “¿Dónde estaba?”, —le preguntaron. “¿Dónde?, pues en el
almacén”, —les dijo el joven.  “No puede ser, —dijeron ellos—  lo
hemos buscado por todas partes. ¿Cómo lo has encontrado? “Hice un
silencio absoluto hasta que pude percibir el suave tictac del reloj y
lo saqué de en medio del aserrín.”

Tampoco le temas al silencio. El silencio vitalizará tu mente y tu
sistema nervioso, y dotará de solidez y fuerza expresiva a tus
palabras cuando salgas de tus treguas de mutismo y vuelvas a hablar.
Busca el equilibrio interno y el reencuentro contigo mismo. Regálate
de vez en cuando estas saludables inmersiones en la soledad y el
silencio. P. Natalio.

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