Suaves llamados
Buenos días, amigo/a
A lo largo de tu vida Dios se hace presente invitándote a dar pasos
hacia nuevas metas que ha preparado para hacerte feliz. Presta
atención para captar estos llamados del Señor, porque son sutiles y
aparecen de improviso. El autor del soneto de hoy atestigua que el
Señor habla muy suavemente y, para sintonizar con él, hay que
silenciar los ruidos y toda interferencia.
Yo he sentido, Señor, tu voz amante, en el misterio de las noches bellas,
y en el suave temblor de las estrellas la armonía gocé de tu semblante.
No me llegó tu acento amenazante entre el fragor de trueno y de centellas;
al ánima llamaron tus querellas como el tenue vagido de un infante.
¿Por qué no obedecí cuando te oía? ¿Quién me hizo abandonar tu franca vía
y hundirme en las tinieblas del vacío?
Haz, mi dulce Señor, que en la serena noche vuelva a escuchar tu cantilena;
¡ya no seré cobarde, Padre mío! Amén.
Examina tu corazón, en el que arde quizá, desde hace tiempo, la
ilusión de algo grande. Piensa si no será Dios el que te está hablando
bajito, con las palabras de un amigo, tras la aparente monotonía de la
vida. Considera quién golpea suavemente tu alma. Quizás lleve tiempo
hablándote, y no lo hayas descubierto todavía. P. Natalio.
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