Alegría y buen humor
Buenos días, amigo/a
Esta mañana te sugiero medir el nivel de tu alegría y, si lo
encuentras algún tanto más bajo de lo conveniente, esboza una sonrisa
frente al espejo y mantenla por un minuto, mientras te repites “así
quiero estar hoy, y así estaré con tu ayuda, Señor”. Esto es tan
efectivo como tomar una aspirina para sacarse el dolor de cabeza. La
alegría es también una opción.
Don Bosco a los jóvenes de sus oratorios y colegios les recomendaba:
“Estén siempre alegres”. Y les organizaba el tiempo con valiosos
elementos de recreación y alegría: teatro, música, paseos,
campeonatos, juegos variados, y alegres celebraciones religiosas. Un
salesiano, amigo mío, en los largos viajes de estudio de los alumnos
de séptimo, pasaba casetes con los cuentos de Landriscina. Es tan
importante hacer del buen humor un modo de vida que un obispo, Mons.
Benson, expresó en cierta ocasión: “He aquí las cuatro virtudes
cristianas: la fe, la esperanza, la caridad… y el buen humor”.
Un autor espiritual dice: “Si sucede alguna vez que no te dan la
sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta
necesidad de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás”.
Pide al Espíritu Santo el don de la alegría cada día y, si no te
sientes alegre, empieza a sonreír y una fresca alegría surgirá de tu
alma. P. Natalio.
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