Convivencia cotidiana
Buenos días, amigo/a
Vivir la caridad cristiana no es fácil. En verdad está por encima de
nuestra capacidad humana. Por eso es indispensable suplicar con
humildad y constancia al Señor el don de la fraternidad, para poder
elevarnos sobre nuestros egoísmos, retraimientos, susceptibilidades…
Pero cuando el amor de Dios nos invade podemos “disculpar, soportar y
esperar sin límites”.
Existe un poblado en Escocia que mantiene la tradición de que cuando
alguien del pueblo se muere, los otros habitantes se reúnen junto a la
tumba y dicen algo positivo sobre el difunto antes de que el féretro
sea enterrado. Esto fue así durante generaciones, pero surgió un
problema y la comunidad no estaba segura de poder continuar con esa
tradición. Había un personaje malvado que vivía en la colina y era tan
odioso que nadie podía pensar algo positivo de él. Finalmente murió.
Los habitantes del pueblo estuvieron de pie en torno al ataúd durante
horas, en total silencio. Al final, alguien dijo: “Era malo; pero creo
que podría haber sido peor”. Y todos entonces enterraron el cuerpo.
El amor que pide Jesús es capaz de evitar en el trato cotidiano las
faltas de aceptación, incomprensiones y malentendidos. El Señor nos
quiere ver fraternos, bondadosos, cordiales… No es fácil, pero lo
podrás, si lo pides cada día: “Señor, ayúdame a ser hoy comprensivo,
compasivo y paciente con todos”. Que pases un día feliz de buena
convivencia. P. Natalio.
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