Gime el desierto…
Buenos días, amigo/a.
¿Ha perdido “actualidad” la palabra pecado? Pareciera que sí. Sin
embargo es una radical experiencia humana. Basta mirar con sinceridad
dentro de nosotros para descubrir una cuota de egoísmo y de fragilidad
que nos induce a hacer el mal que deberíamos evitar y a no hacer el
bien que estamos llamados a practicar.
Refieren los viajeros que, cuando el viento a la caída de la tarde
roza la arena del desierto, se oye a lo lejos algo así como un suspiro
prolongado: “Escucha” –dice entonces la voz del beduino– “el desierto
se lamenta, porque quisiera ser pradera“. En cuántos hombres, caídos
por el pecado, existe la añoranza de lo que podrían ser y no son...
Nunca el hombre es tan grande como cuando cae de rodillas y pide ser
purificado, cuando, desde lo profundo del alma grita: “¡Ten piedad de
mí, Señor, por tu bondad; por tu gran compasión, borra mis faltas!”,
(Sal 51, 3) ¡Cuánta paz trae una confesión hecha con humilde
arrepentimiento! P. Natalio.
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