El pino sin infancia
Buenos días, amigo/a
“El presente es tan efímero que no le atribuyes ningún valor. Y es,
sin embargo, el único que está en tu poder, y tu vida no es más que un
conjunto de momentos presentes. El hombre inquieto arrastra consigo su
pasado e intenta agarrar el futuro al mismo tiempo que el presente. Si
quieres triunfar en la vida vive plenamente, uno tras otro, cada
momento presente”, (M. Quoist).
Había una vez un pino que, desde pequeño, soñó con ser grande. Su
especie llegaba a alcanzar los sesenta metros. Le habían dicho que,
desde arriba, la vista era maravillosa. Sus amigos le señalaban
distintas bellezas naturales, pequeñas plantas, flores, insectos,
grandes animales y hasta personas, pero no lo atraían; iba creciendo y
lo único que le interesaba era ser muy alto. Al llegar a la estatura
deseada, disfrutó de un panorama espectacular. Cuando conversaban sus
amigos, escuchaba cosas extrañas para él: chicos jugando a la pelota,
perros que corrían, abejitas que se posaban en las flores, y muchos
comentarios sobre seres que no llegaba a ver desde allá arriba. Pero
ya no pudo bajar para conocerlos, se los había perdido mientras
esperaba llegar bien alto. El futuro es para soñar; el presente, para
vivirlo y gozarlo.
“Piensas siempre que la vida es para mañana: mañana haré, mañana
tendré, mañana seré… ¿Por qué esperar al mañana para vivir? Un día no
tendrás mañana y no habrás vivido” (M. Quoist). Repite una y otra vez
la consigna: «Este es el día que hizo el Señor; me regocijaré y
alegraré en él» (S 118). P. Natalio.
Buenos días, amigo/a
“El presente es tan efímero que no le atribuyes ningún valor. Y es,
sin embargo, el único que está en tu poder, y tu vida no es más que un
conjunto de momentos presentes. El hombre inquieto arrastra consigo su
pasado e intenta agarrar el futuro al mismo tiempo que el presente. Si
quieres triunfar en la vida vive plenamente, uno tras otro, cada
momento presente”, (M. Quoist).
Había una vez un pino que, desde pequeño, soñó con ser grande. Su
especie llegaba a alcanzar los sesenta metros. Le habían dicho que,
desde arriba, la vista era maravillosa. Sus amigos le señalaban
distintas bellezas naturales, pequeñas plantas, flores, insectos,
grandes animales y hasta personas, pero no lo atraían; iba creciendo y
lo único que le interesaba era ser muy alto. Al llegar a la estatura
deseada, disfrutó de un panorama espectacular. Cuando conversaban sus
amigos, escuchaba cosas extrañas para él: chicos jugando a la pelota,
perros que corrían, abejitas que se posaban en las flores, y muchos
comentarios sobre seres que no llegaba a ver desde allá arriba. Pero
ya no pudo bajar para conocerlos, se los había perdido mientras
esperaba llegar bien alto. El futuro es para soñar; el presente, para
vivirlo y gozarlo.
“Piensas siempre que la vida es para mañana: mañana haré, mañana
tendré, mañana seré… ¿Por qué esperar al mañana para vivir? Un día no
tendrás mañana y no habrás vivido” (M. Quoist). Repite una y otra vez
la consigna: «Este es el día que hizo el Señor; me regocijaré y
alegraré en él» (S 118). P. Natalio.
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