La serpiente y la luciérnaga
Buenos días, amigo/a.
El envidioso no percibe que su infelicidad no proviene de lo que no
tiene, sino de la falta de aprecio por lo que sí posee. Hay además una
falta de compromiso y responsabilidad con la propia vida, porque el
celoso, pendiente de la vida de otros, no asume la propia con sus
fortalezas y posibilidades reales. El Señor te libre de la dañosa
envidia.
Cierta vez una serpiente perseguía a una luciérnaga. Ésta huía muy
rápido, llena de miedo por la feroz depredadora. Pero, la serpiente no
desistía en su intento de alcanzarla. La luciérnaga huyó durante un
día, pero la cazadora seguía detrás, dos días y nada, al tercer día,
ya sin fuerzas, el insecto se detuvo cansado y dijo a la serpiente:
—¿Puedo hacerte tres preguntas? —No concedo deseos a nadie, pero ya
que te voy a engullir, puedes hablar, dijo la serpiente. —Entonces,
dime: —¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? —¡No!, replicó la
serpiente. —¿Yo te hice algún mal? —¡Tampoco! —Entonces, ¿por qué
quieres devorarme? —¡Porque no soporto verte brillar!, fue la
respuesta final de la serpiente.
Lo correcto está en no compararte con los demás. Enumera tus bienes y
agradécelos al Señor. Valora incluso el dolor y el fracaso, porque hay
también la escondida sabiduría de convertir un menos en más, un
fracaso en victoria y una cruz en resurrección y vida. Que el Espíritu
Santo te dé sabiduría y prudencia. Te espero mañana aquí mismo. P.
Natalio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario