martes, 2 de agosto de 2011

El pequeño clavo


Buenos días, amigo/a.

Si la nota dijese: “Una nota no hace melodía...”, no habría sinfonía.
Si la palabra dijese: “Una palabra no puede hacer una página...”, no
habría libro. Si la piedra dijese: “Una piedra no puede levantar una
pared...”, no habría casa. Si el hombre dijese: “Un gesto de amor no
puede salvar a la humanidad...”, nunca habría paz, ni dignidad, ni
felicidad en la tierra.

De todas partes acudía gente para admirar una nueva iglesia. Era
bellísima. En las maderas del tejado, había un pequeño clavo que oía
cómo alababan la encantadora estructura del templo. Pero nadie veía ni
pensaba en el clavo. Y éste se sintió irritado y lleno de envidia. ¡Si
soy tan insignificante, nadie me echará de menos! Entonces el clavo
dejó de presionar la madera y se deslizó hasta el suelo. Aquella noche
llovió mucho. Donde faltaba el clavo, el tejado cedió y se separó de
las tejas. El agua corrió por las paredes y arruinó los murales. El
yeso se cayó, la alfombra se manchó y el Misal quedó estropeado. Todo
esto porque un pequeño clavo desistió de su trabajo. Ahora en el barro
yace oxidado e inútil.

Tu vida, como la de todos, transcurre entre sencillas tareas. Puedes
caer en el grave error de juzgarlas sin importancia y hacerlas sin
implicarte con entusiasmo poniendo lo mejor de ti mismo. No olvides
que “no hay virtud más eminente que la de hacer sencillamente lo que
tenemos que hacer”. Que descubras y vivas la felicidad y paz del deber
cumplido. P. Natalio.

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