Abad Agatón, buen samaritano
Buenos días, amigo/a.
Este día que comienzas te presentará, sin duda, ocasiones de hacer
alguna buena acción. Algunas, sin buscarlas, están ahí a la mano, como
esperándote. Pero otras tienes que programarlas y ponerlas en tu
agenda. Unas y otras te entrenan y mantienen ágil en la actitud de
servicio y entrega al prójimo. Una vez un monje vivió la parábola del
buen samaritano.
Cuentan que el abad Agatón, que vivía en el desierto, una vez fue a la
ciudad para vender artesanías de los monjes, y encontró en la plaza a
un forastero que yacía en tierra enfermo, sin que nadie se preocupara
de él. El anciano se quedó con él, tomando una habitación en alquiler
con el precio de los trabajos manuales. El dinero que le quedó lo
gastó en las curaciones del enfermo. Se quedó con él cuatro meses,
hasta que el enfermo estuvo restablecido. Entonces el anciano regresó
a su celda en paz.
Ayudar y servir son dos expresiones concretas de un amor que se brinda
generosamente a los demás. De este olvido de ti mismo, surgirá como
por magia, tu propia felicidad y alegría, tu auténtica realización.
Mira, pues, a tu alrededor: cuántos hoy necesitan de tu palabra, de tu
sonrisa, de tu abrazo o simplemente de tu compañía. ¡Procede ahora
mismo, ya! P. Natalio.
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